miércoles, 14 de julio de 2010

después

Después –hablo de mucho después-, la inteligencia
persiste en herir las imágenes,
en sustituirlas dentro del torbellino
de la realidad.
Entonces así, caminar es difícil,
mirar arquitecturas ajenas desconcentra la capacidad
aprendida y entrar a los océanos,
otorga el miedo necesario
hacia lo desconocido.

¡Cuántas cosas se parecen a la muerte!
¡Cuánta lujuria envilece la necesidad de hacerse plenamente con ella!
No sé si se han producido algunos signos,
en todo caso han pasado desapercibidos
gracias a mi locura que los habrá considerado insuficientes.

Sé que hemos inventado la tortura:
hay demasiados millones
que lo atestiguan, sin embargo
la seguimos aplicando para calmar la sed insaciable.

Hablo de mucho después de lo distinto, de calles desaparecidas,
de originales rotos en páginas blancas,
de interrumpir la mínima cuota de amor,
del cierre de las panaderías
que fabricaron el pan amargo, del herrero que finalizó
colocándose herraduras
en sus pies y manos; engañado, claro.

Hablo de cuántas cosas hay
que se parecen a la muerte,
sin hablar de Dios,
que todo lo puede, pero permítanme decir una vez más que todo esto
es después, mucho después, quizás pecando de reiterativo.


Hillyer, por el mes de julio de 2010.

No hay comentarios:

Publicar un comentario